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文档简介
la corte de carlos ivbenito prez galds163portada de la edicin de 1882-i-sin oficio ni beneficio, sin parientes ni habientes, vagaba por madrid un servidor de ustedes, maldiciendo la hora menguada en que dej su ciudad natal por esta inhospitalaria corte, cuando acudi a las pginas del diario para buscar ocupacin honrosa. la imprenta fue mano de santo para la desnudez, hambre, soledad y abatimiento del pobre gabriel, pues a los tres das de haber entregado a la publicidad en letras de molde las altas cualidades con que se crea favorecido por la naturaleza le tom a su servicio una cmica del teatro del prncipe, llamada pepita gonzlez o la gonzlez. esto pasaba a fines de 1805; pero lo que voy a contar ocurri dos aos despus, en 1807, y cuando yo tena, si mis cuentas son exactas, diez y seis aos, lindando ya con los diez y siete.despus os hablar de mi ama. ante todo debo decir que mi trabajo, si no escaso, era divertido y muy propio para adquirir conocimiento 6 del mundo en poco tiempo. enumerar las ocupaciones diurnas y nocturnas en que empleaba con todo el celo posible mis facultades morales y fsicas. el servicio de la histrionisa me impona los siguientes deberes:ayudar al peinado de mi ama, que se verificaba entre doce y una, bajo los auspicios del maestro richiardini, artista de npoles, a cuyas divinas manos se encomendaban las principales testas de la corte.ir a la calle del desengao en busca del blanco de perla, del elixir de circasia, de la pomada a la sultana, o de los polvos a la marechala, drogas muy ponderadas que venda un monsieur gastan, el cual recibiera el secreto de confeccionarlas del propio alquimista de mara antonieta.ir a la calle de la reina, nmero 21, cuarto bajo, donde exista un taller de estampacin para pintar telas, pues en aquel tiempo los vestidos de seda, generalmente de color claro, se pintaban segn la moda, y cuando sta pasaba, se volva a pintar con distintos ramos y dibujos, realizando as una alianza feliz entre la moda y la economa, para enseanza de los venideros tiempos.llevar por las tardes una olla con restos de puchero, mendrugos de pan y otros despojos de comida a d. luciano francisco comella, autor de comedias muy celebradas, el cual se mora de hambre en una casa de la calle de la berenjena, en compaa de su hija, que era jorobada y le ayudaba en los trabajos dramticos. 7limpiar con polvos la corona y el cetro que sacaba mi ama haciendo de reina de mongolia en la representacin de la comedia titulada perderlo todo en un da por un ciego y loco amor, y falso czar de moscovia.ayudarla en el estudio de sus papeles, especialmente en el de la comedia los inquilinos de sir john, o la familia de la india, juanito y coleta, para lo cual era preciso que yo recitase la parte de lord lulleswing, a fin de que ella comprendiese bien el de milady pankoff.ir en busca de la litera que haba de conducirla al teatro y cargarla tambin cuando era preciso.concurrir a la cazuela del teatro de la cruz, para silbar despiadadamente el s de las nias, comedia que mi ama aborreca, tanto por lo menos, como a las dems del mismo autor.pasearme por la plazuela de santa ana, fingiendo que miraba las tiendas, pero prestando disimulada y perspicua atencin a lo que se deca en los corrillos all formados por cmicos o saltarines, y cuidando de pescar al vuelo lo que charlaban los de la cruz en contra de los del prncipe.ir en busca de un billete de balcn para la plaza de toros, bien al despacho, bien a la casa del banderillero espinilla, que le tena reservado para mi ama, cual obsequio de una amistad tan fina como antigua.acompaarla al teatro, donde me era forzoso tener el cetro y la corona cuando ella entraba despus de la segunda escena del segundo 8 acto, en el falso czar de moscovia, para salir luego convertida en reina, confundiendo a osloff y a los magnates, que la tenan por buolera de esquina.ir a avisar puntualmente a los mosqueteros para indicarles los pasajes que deban aplaudir fuertemente en la comedia y en la tonadilla, indicndoles tambin la funcin que preparaban los de all para que se apercibieran con patritico celo a la lucha.ir todos los das a casa de isidoro miquez con el aparente encargo de preguntarle cualquier cosa referente a vestidos de teatro; pero con el fin real de averiguar si estaba en su casa cierta y determinada persona, cuyo nombre me callo por ahora.representar un papel insignificante, como de paje que entra con una carta, diciendo simplemente: tomad, o de hombre del pueblo primero, que exclama al presentarse la multitud ante el rey: seor, justicia, o a tus reales plantas, coronado apndice del sol. (esta clase de ocupacin me haca dichoso por una noche.)y por este estilo otras mil tareas, ejercicios y empleos que no cito, porque acabara tarde, molestando a mis lectores ms de lo conveniente. en el transcurso de esta puntual historia irn saliendo mis proezas, y con ellas los diversos y complejos servicios que prest. por ahora voy a dar a conocer a mi ama, la sin par pepita gonzlez, sin omitir nada que pueda dar perfecta idea del mundo en que viva. 9mi ama era una muchacha ms graciosa que bella, si bien aquella primera calidad resplandeca en su persona de un modo tan sobresaliente que la presentaba como perfecta sin serlo. todo lo que en lo fsico se llama hermosura y cuanto en lo moral lleva el nombre de expresin, encanto, coquetera, monera, etc., estaba reconcentrado en sus ojos negros, capaces por s solos de decir con una mirada ms que dijo ovidio en su poema sobre el arte que nunca se aprende y que siempre se sabe. ante los ojos de mi ama dejaba de ser una hiprbole aquello de combustibles spides y flamgeros pticos disparos, que caizares aorbe aplicaban a las miradas de sus heronas.generalmente de los individuos que conocimos en nuestra niez recordamos o los accidentes ms marcados de su persona, o algn otro, que a pesar de ser muy insignificante, queda sin embargo grabado de un modo indeleble en nuestra memoria. esto me pasa a m con el recuerdo de la gonzlez. cuando la traigo al pensamiento, se me representan clarsimamente dos cosas, a saber: sus ojos incomparables y el taconeo de sus zapatos, abreviadas crceles de sus lindos pedestales, como diran valladares o moncn.no s si esto bastar para que vds. se formen idea de mujer tan agraciada. yo, al recordarla, veo yo aquellos grandes ojos negros, cuyas miradas resucitaban un muerto, y oigo el tip-tap de su ligero paso. esto basta para hacerla resucitar en el recinto oscuro de mi imaginacin, y, no hay duda, es ella misma. 10 ahora caigo en que no haba vestido, ni mantilla, ni lazo, ni garambaina que no le sentase a maravilla; caigo tambin en que sus movimientos tenan una gracia especial, un cierto no s qu, un encanto indefinible, que podr expresarse cuando el lenguaje tenga la riqueza suficiente para poder designar con una misma palabra la malicia y el recato, la modestia y la provocacin. esta rarsima anttesis consiste en que nada hay ms hipcrita que ciertas formas de compostura o en que la malignidad ha descubierto que el mejor medio de vencer a la modestia es imitarla.pero sea lo que quiera, lo cierto es que la gonzlez electrizaba al pblico con el airoso meneo de su cuerpo, su hermosa voz, su pattica declamacin en las obras sentimentales, y su inagotable sal en las cmicas. igual triunfo tena siempre que era vista en la calle por la turba de sus admiradores y mosqueteros, cuando iba a los toros en calesa o simn, o al salir del teatro en silla de mano. desde que vean asomar por la ventanilla el risueo semblante, guarnecido por los encajes de la blanca mantilla, la aclamaban con voces y palmadas diciendo: ah va toda la gracia del mundo, viva la sal de espaa, u otras frases del mismo gnero (1). estas ovaciones callejeras, les dejaban a ellos muy satisfechos, y tambin a ella, es decir a nosotros, porque los criados se apropian siempre los triunfos de sus amos.pepita era sumamente sensible, y segn mi parecer, de sentimientos muy vivos y 11 arrebatados, aunque por efecto de cierto disimulo tan sistemtico en ella, que pareca segunda naturaleza, todos la tenan por fra. doy fe adems de que era muy caritativa, gustando de aliviar todas las miserias de que tena noticia. los pobres asediaban su casa, especialmente los sbados, y una de mis ms trabajosas ocupaciones consista en repartirles ochavos y mendrugos, cuando no se los llevaba todos el seor de comella, que se coma los codos de hambre, sin dejar de ser el asombro de los siglos, y el primer dramtico del mundo. la gonzlez viva en una casa sin ms compaa que la de su abuela, la octogenaria doa dominguita y dos criados de distinto sexo que la servamos.y despus de haber dicho lo bueno, se me permitir decir lo malo, respecto al carcter y costumbres de pepa gonzlez? no, no lo digo. tngase en cuenta, en disculpa de la muchacha ojinegra, que se haba criado en el teatro, pues su madre fue parte de por medio en los ilustres escenarios de la cruz y los caos, mientras su padre tocaba el contrabajo en los sitios y en la real capilla. de esta infeliz y mal avenida coyunda naci pepita, y excuso decir que desde la niez comenz a aprender el oficio, con tal precocidad, que a los doce aos se present por primera vez en escena, desempeando un papel en la comedia de don antonio frumento sastre, rey y reo a un tiempo, o el sastre de astracn. conocida, pues, la escuela, los hbitos poco austeros de aquella alegre gente, a quien el general desprecio 12 autorizaba en cierto modo para ser peor que los dems, no sera locura exigir de mi ama una rigidez de principios, que habran sido suficientes, en las circunstancias de su vida, para asegurarle la canonizacin?rstame darla a conocer como actriz. en este punto debo decir tan slo que en aquel tiempo me pareca excelente: ignoro el efecto que su declamacin producira en m, si hoy la viera aparecer en el escenario de cualquiera de nuestros teatros. cuando mi ama estaba en la plenitud de sus triunfos, no tena rivales temibles con quienes luchar. mara del rosario fernndez, conocida por la tirana, haba muerto el ao 1803. rita luna, no menos famosa que aqulla, se haba retirado de la escena en 1806; mara fernndez, denominada la caramba, tambin haba desaparecido. la prado, josefa virg, mara ribera, mara garca y otras de aquel tiempo, no posean extraordinarias cualidades: de modo que si mi ama no sobresala de un modo notorio sobre las dems, tampoco su estrella se oscureca ante el brillo de ningn astro enemigo. el nico que entonces atraa la atencin general y los aplausos de madrid entero era miquez, y ninguna actriz poda considerarle como rival, no existiendo generalmente el antagonismo y la emulacin sino entre los dioses de un mismo sexo.pepa gonzlez estaba afiliada al bando de los anti-moratinistas, no slo porque en el crculo por ella frecuentado abundaban los enemigos del insigne poeta, sino tambin porque personalmente tena no s qu motivos de 13 irreconciliable inquina contra l. aqu tengo que resignarme a apuntar una observacin que por cierto favorece bien poco a mi ama; pero como para m la verdad es lo primero, ah va mi parecer, mal que pese a los manes de pepita gonzlez. mi observacin es que la actriz del prncipe no se distingua por su buen gusto literario, ni en la eleccin de obras dramticas, ni tampoco al escoger los libros que daban alimento a su abundante lectura. verdad es que la pobrecilla no haba ledo a luzn, ni a mortiano, ni tena noticia de la stira de jorge pitillas, ni mortal alguno se haba tomado el trabajo de explicarle a batteux ni a blair, pues cuantos se acercaron a ella, tuvieron siempre ms presente a ovidio que a aristteles y a bocaccio (2) ms que a despreaux.por consiguiente, mi seora formaba bajo las banderas de don eleuterio crispn de andorra, con perdn sea dicho de cejijuntos aristarcos. y es que ella no vea ms all, ni hubiera comprendido toda la jerigonza de las reglas, aunque se las predicaran frailes descalzos. es preciso advertir que el abate cladera, de quien parece ser fidelsimo retrato el clebre don hermgenes, fue amigote del padre de nuestra herona, y sin duda aquel gracioso pedantn ech en su entendimiento durante la niez, la semilla de los principios, que en otra cabeza dieron por fruto el gran cerco de viena.ello es que mi ama gustaba de las obras de comella, aunque ltimamente, visto el descrdito 14 en que haba cado este dios del teatro, al despearse en la miseria desde la cumbre de su popularidad, no se atreva a confesarlo delante de literatos y gente ilustrada. como tuve ocasin de observar, atendiendo a sus conversaciones y poniendo atencin a sus preferencias literarias, le gustaban aquellas comedias en que haba mucho jaleo de entradas y salidas, revista de tropas, nios hambrientos que piden la teta, decoracin de gran plaza con arco triunfal a la entrada, personajes muy barbudos, tales como irlandeses, moscovitas o escandinavos, y un estilo mediante el cual poda decir la dama en cierta situacin de apuro: estatua viva soy de hielo: o rencor, finjamos. encono, no disimulemos. cautela, favorecedme.recuerdo que varias veces la o lamentarse de que el nuevo gusto hubiera alejado de la escena dilogos concertados como el siguiente, que pertenece si mal no recuerdo a la comedia la mayor piedad de leopoldo el grande:margarita.vamos, amor.nadasti.odio.zrin.duda.carlos.horror.alburquerque.confusin.ulrica.martirio.los seis.vamos a esperar que el tiempodiga lo que t no has dicho.como este gnero de literatura iba cayendo en desuso, rara vez tena mi ama el gusto de ver en la escena a pedro el grande en el 15 sitio de pultowa, mandando a sus soldados que comieran caballos crudos y sin sal; y prometiendo l por su parte almorzar piedras antes que rendir la plaza. debo advertir que esta preferencia ms consista en una tenaz obstinacin contra los moratinistas que en falta de luces para comprender la superioridad de la nueva escuela, y en que mi ama, rancia e intransigente espaola por los cuatro costados, crea que las reglas y el buen gusto eran malsimas cosas slo por ser extranjeras, y que para dar muestras de espaolismo bastaba abrazarse, como a un lbaro santo, a los despropsitos de nuestros poetas calagurritanos. en cuanto a caldern y a lope de vega, ella los tena por admirables, slo porque eran despreciados por los clsicos.de buena gana me extendera aqu haciendo algunas observaciones sobre los partidos literarios de entonces y sobre los conocimientos del pueblo en general y de los que se disputaban su favor con tanto encarnizamiento; pero temo ser pesado y apartarme de mi principal objeto, que no es discutir con pluma acadmica sobre cosas, tal vez mejor conocidas por el lector que por m. qudese en el tintero lo que no es del caso, y volvamos, una vez que dejo consignado el gusto de mi ama, que hoy afeara a cualquier marquesa, artista o virtuosa de lo que llaman el gran mundo; pero que entonces no era bastante a oscurecer ninguna de las gracias de su persona.ya la conocen vds. pues bien; voy a 16 contar lo que me he propuesto. pero por vida de!. ahora caigo en que no debo seguir adelante sin dar a conocer el papel que, por mi desgracia, desempe en el ruidoso estreno de el s de las nias, siendo causa de que la tirantez de relaciones entre mi ama y moratn se aumentara hasta llegar a una solemne ruptura. 17-ii-el hecho es anterior a los sucesos que me propongo narrar aqu; pero no importa. el s de las nias se estren en enero de 1806. mi ama trabajaba en los caos del peral, porque el prncipe, incendiado algunos aos antes, no estaba an reedificado. la comedia de moratn leda varias veces por ste en las reuniones del prncipe de la paz y de tineo, se anunciaba como un acontecimiento literario que haba de rematar gloriosamente su reputacin. los enemigos en letras que eran muchos, y los envidiosos, que eran ms, hacan correr rumores alarmantes, diciendo que la tal obra era un comedin ms soporfero que la mojigata, ms vulgar que el barn y ms anti-espaol que el caf. an faltaban muchos das para el estreno, y ya corran de mano en mano stiras y diatribas, que no llegaron a imprimirse. hasta se tocaron registros de pasmoso efecto entonces, cuales eran excitar la suspicacia de la censura eclesistica, para que no se permitiera la representacin; pero de todo triunf el mrito de nuestro primer dramtico, y el s de las nias fue representado el 24 de enero.yo form parte, no sin alborozo, porque 18 mis pocos aos me autorizaban a ello, de la tremenda conjuracin fraguada en el vestuario de los caos del peral, y en otros oscuros concilibulos, donde mseramente vivan, entre cendales arachneos, algunos de los ms afamados dramaturgos del siglo precedente. capitaneaba la conjuracin un poeta, de cuya persona y estilo pueden ustedes formarse idea si recuerdan al omnmodo escritor a quien mercurio escoge entre la grrula multitud para presentarlo a apolo. no recuerdo su nombre, aunque s su figura, que era la de un despreciable y mezquino ser constituido moral y fsicamente como por limosna de la maternal naturaleza. consumido su espritu por la envidia, y su cuerpo por la miseria, ganaba en fealdad y repulsin de ao en ao; y como su numen rampln, probado en todos los gneros, desde el heroico al didasclico, no daba ya sino frutos a que hacan ascos los mism
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