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文档简介
azabache alberto vazquezfigueroaazabachepgina: 1alberto vazquezfigueroacienfuegos libro terceropor qu ests tan sucia?no es que est sucio. fue la desconcertante respuesta. es que soy negra.negra? se asombr cienfuegos incapaz de aceptar lo que acababa de or. pretendes hacerme creer que eres una mujer y adems negra?exactamente.el canario estudi con detenimiento el corto, spero y ensortijado cabello; los enormes y oscuros ojos muy brillantes; los gruesos labios que servan de marco a unos enormes dientes de un blanco que casi hera a la vista; el delgado y musculoso cuerpo de imprecisas formas que se ocultaba apenas bajo una especie de descolorida camisa hecha jirones, y por ltimo agit la cabeza con evidente desconcierto:jams imagin que existiera una mujer negra seal. me haban contado que en africa existan negros, pero nadie mencion nunca nada sobre negras.t debes ser bastante bruto fue la sincera respuesta de la muchacha que haba tomado asiento al borde del catre. cmo diablos suponas que podan existir negros sin negras que los trajeran al mundo? es lo lgico!no tan lgico. le hizo notar el gomero con naturalidad. yo siempre fui pastor, y entre mis cabras, que solan ser grises, blancas o pardas, naca de vez en cuando una negra sin que nadie supiera la razn. lo mismo ocurre con los conejos, los perros, las ovejas, e incluso las vacas. hay muchos toros negros, pero muy pocas vacas negras. supuse que en africa ocurrira lo mismo.pues ya ves que no es as! replic la muchacha molesta o impaciente. yo soy negra, mis padres eran negros y mis abuelos retintos. alguna objecin?por qu haba de tenerla? se sorprendi el canario. cada cual escoge el color de piel que ms le gusta. y el tuyo es ms sufrido; se ensucia menos.la otra le observ un tanto amoscada puesto que se senta incapaz de discernir si se estaba enfrentando a un autntico estpido, o a alguien que intentaba tomarle el pelo, para sealar al fin desabridamente:me da la impresin de que el sol te ha secado el cerebro. qu hacas en medio del mar en una miserable canoa, sin agua y sin comida?el nufrago. fue la respuesta. qu otra cosa queras que hiciera?la muchacha no pudo evitar ahora una leve sonrisa, y cambiando el tono, sentenci:ser mejor que empecemos otra vez desde el principio.: t ests aqu tumbado, inconsciente, y yo te cuido. abres los ojos, me miras y te pregunto: cmo te encuentras? en ese momento, en lugar de responder, por qu ests tan sucia?, deberas decir: bien. o mal. o contento de estar vivo.estoy mal, pero contento de estar vivo.cmo te llamas?cienfuegos. y t?azavauluchganvi. pero todos me llaman azabache. de dnde eres?de la gomera.dnde est eso?en las islas canarias.eres espaol? de los que navegan con el almirante coln? ante el mudo gesto de asentimiento, la negra afirm repetidamente con la cabeza. al capitn eu le gustar la noticia dijo. anda como loco buscando algn rastro de las naves de coln.quin es el capitn eu? quiso saber el canario.mi amo: euclides boteiro, capitn del sao bento.tu amo? se asombr el otro.pag un barril de ron por m aadi la africana con un cierto orgullo en la voz. jams se haba pagado tanto por una chica de mi pueblo.pretendes hacerme creer que eres esclava.? ante el leve gesto de asentimiento, el pelirrojo recorri con la vista la estrecha y sucia camareta que heda a brea, sudor y orines, e inquiri: quiere eso decir que ste es uno de esos barcos portugueses que bajan a las costas de africa a cazar esclavos?lo era. azabache pareca muy segura de lo que deca. ahora yo soy la nica negra a bordo. sonri divertida. el sao bento ya no se dedica a cazar esclavos, sino a pescar nufragos al otro lado del ocano tenebroso. hizo una corta pausa y extendiendo la mano, le acarici la hirsuta barba con un simptico ademn amistoso: cuntame cmo has llegado hasta aqu! pidi.es una historia muy larga.tenemos tiempo, puesto que creen que an duermes. le apret con un dedo la punta de la nariz y baj mucho la voz. y ms vale que me lo cuentes antes a m que al capitn. yo te aconsejar lo que debes decirle y lo que no, porque si no le gusta tu historia te har colgar del palo mayor.colgarme? repiti cienfuegos irguindose hasta quedar semisentado en la estrecha litera. por qu diablos iba a querer colgarme? yo no he hecho nada.al capitn eu le gusta colgar a la gente. fue la sencilla respuesta carente de todo dramatismo. es su nica diversin a bordo, y ya lo ha hecho con cuatro en este viaje. el ltimo an se pudre en la cruceta.pero bueno.! se lament desalentado el cabrero. escapo de un salvaje que me quiere cortar la cabeza, y caigo en manos de otro que me quiere colgar. perra suerte la ma! qu clase de bestia es esa que ahorca a la gente por diversin?el borracho ms astuto que he conocido. y el ms gordo. y sucio. un asco! a veces me obliga a sentarme en su butaca, se arrodilla metiendo la cabeza entre mis muslos. y se pone a grur y a rezongar durante horas. parece un cerdo intentando comerse una trufa demasiado profunda.qu horror! y t qu haces?despiojarle.cmo has dicho.? inquiri el canario temiendo haber odo mal. despiojarle?azabache asinti con un leve encogimiento de hombros:no siempre lo consigo replic con naturalidad porque a veces no me deja que le quite la gorra. el muy puerco no se la quita ni para dormir. le tir de la barba. olvdate del capitn que ya tendrs tiempo de conocerle y cuntame tu historia. recuerda que te juegas el gaote.cienfuegos estudi detenidamente el extrao espcimen humano que se haba cruzado en su camino, y aunque le costaba un gran esfuerzo hacerse a la idea de que se trataba de una mujer negra, puesto que continuaba parecindole tan slo un esculido grumete demasiado sucio, lleg a la conclusin de que mostraba un sincero inters por protegerle, por lo que dedic la siguiente hora a hacerle un somero recuento de las mil vicisitudes que le haban acaecido desde el malhadado da en que tuvo la psima ocurrencia de colarse, como polizn, en la nao capitana del almirante coln, all en la gomera.diantres! no pudo por menos que exclamar azabache al finalizar el relato. y yo que crea haber pasado calamidades.! qu vida tan perra!no lo sabes t bien se lament el isleo. y por lo visto mi suerte no ha cambiado. por qu tiene tu capitn tanta aficin a ahorcar a la gente?desconfa de todos. musit la negra en voz muy baja. el sao bento ha sido enviado por el rey de portugal para intentar averiguar el derrotero de los navos espaoles hacia cipango y el catay, parece ser que eso est en contra de un acuerdo firmado entre los dos pases, y de ah el secreto. hay varios espaoles renegados a bordo, algunos que incluso acompaaron a coln en su primer viaje, pero nunca se sabe si estn a favor o en contra. eu los necesita, pero no se fa de ellos.tal vez conozca a alguno. apunt el gomero. sabes si me han reconocido?reconocerte? se asombr azabache. cuando te subieron a bordo parecas un pollo desplumado. medit unos instantes y, por ltimo, seal convencida: no creo que sea buena idea que le cuentes al gordo todo lo que sabes, pero tampoco lo es que finjas que no sabes nada. si te considera una boca intil, te echar a los peces. si quieres vivir el mayor tiempo posible, lo mejor que puedes hacer es convencerle de que conoces la ruta hacia la corte del gran kan.pero eso es absurdo! protest el canario. no existe tal ruta. por aqu no hay ms que un conjunto de islas e islotes poblados por salvajes que jams han odo hablar del gran kan.cuntale eso al capitn, y a las dos horas estars muerto sentenci la negra. se librar de ti y pondr proa a lisboa, a apuntarse la gloria de confirmar que el camino ms corto hacia cipango tiene que seguir siendo africa como asegura vasco de gama.sabes muchas cosas! se maravill cienfuegosquin te las ha enseado?la necesidad le hizo notar ella. llevo cuatro aos sin poner pie en tierra, y he aprendido a tener las orejas abiertas y la boca cerrada. ya hablo espaol y portugus mejor que el dahomeyano, y si no me espabilara hace tiempo que estara en las tripas de los tiburones o pasando de mano en mano por toda la tripulacin. se puso en pie. y ahora debo irme; es la hora de cenar del gordo. le dir que continas inconsciente pero dedica la noche a pensar en cuanto te he dicho, le tir con afecto de la barba. tal vez consigamos ayudarnos mutuamente. estoy hasta los rizos de este sucio barco.abandon la diminuta estancia cerrando a sus espaldas, y el gomero cienfuegos permaneci tumbado cara a las carcomidas tablas del techo, meditando sobre su difcil situacin.una vez ms tena problemas.una vez ms se encontraba metido en un embrollo, y tras mucho darle vueltas lleg a la conclusin de que negros y portugueses era cuanto necesitaba para acabar de complicar su ya de por s azarosa existencia.no haba bastado al parecer con los feroces canbales que pretendan devorarle, los salvajes guerreros que arrasaban a sangre y fuego el fuerte de la natividad , las sucias trapaceras de un ambicioso almirante, las maldades de un grupo de desertores espaoles, los celos de un indio marica, o el desmedido apetito de unos tristes lagartos convertidos en gigantescos caimanes. por si todo ello fuera poco, se les aada ahora una negra loca y unos espas portugueses mitad traficantes de esclavos, mitad piratas.voy progresando! admiti. ahora tan slo me enfrento a un piojoso gordinfln al que le divierte ahorcar a la gente.pero al da siguiente pudo comprobar que el piojoso gordinfln era en verdad mucho ms peligroso que la mayora de los enemigos a que se hubiera tenido que enfrentar hasta el presente, puesto que tras su bonachona apariencia de marrano satisfecho, ocultaba un retorcido espritu y una aguzada inteligencia que pareca ir siempre diez pasos por delante de su interlocutor.vaya, vaya, vaya.! fue lo primero que dijo en una mezcla de espaol, portugus y gallego que sonaba falsamente amistoso. de modo que aqu tenemos a un cangrejito resucitado! cmo te encuentras, hijo?jodido.lgico! eso de andar a la deriva no es bueno para la salud. adnde ibas?en busca del gran kan.un leve chisporroteo en los diminutos ojillos color de mar del capitn euclides boteiro evidenciaron que el tema le interesaba vivamente, aunque no por ello movi un solo msculo.en busca del gran kan. repiti con estudiada parsimonia. difcil empeo para intentarlo en una simple canoa.visto el resultado, s admiti cienfuegos.la respuesta, por lo simple, pareci tener la virtud de desconcertar al portugus por unas dcimas de segundo, pero, casi de inmediato, inquiri aparentando no darle demasiada importancia al tema:y qu te hizo creer que podras conseguirlo?rumores.rumores.? qu clase de rumores?lo que cuentan los salvajes: hablan de un seor muy poderoso, grandes ciudades con techos de oro, y bosques inmensos de rboles de la canela.el voluminoso trasero del capitn eu se agit inquieto en el amplio butacn de su hediondo camarote, al tiempo que aprovechaba para rascarse groseramente la entrepierna en la que destacaba, a travs del amplio pantaln, un inmenso testculo del tamao de un coco.de modo que ciudades de oro y bosques de canela.? repiti meditabundo y como rumiando las palabras. y hacia dnde queda eso?bueno. seal el gomero sin comprometerse. por lo que tengo entendido hay que sortear varias islas hasta encontrar un estrecho paso entre dos muy grandes. luego, todo es ms fcil.ya.! y t conoces el camino.tengo una idea. me dibujaron una especie de mapa.y dnde est ese mapa?cienfuegos sonri ladinamente al tiempo que se golpeaba con el dedo ndice la sien derecha.en la arena de una playa, y aqu.el mugriento y repelente capitn eu observ irnico al pelirrojo cabrero canario, y sus minsculos ojillos parecieron querer penetrar hasta lo ms profundo de su mente. por ltimo, y tras un largo espacio de tiempo, durante el que no ces ni un instante de rascarse el testculo enfermo, neg repetidas veces con aire pesimista.mientes! fue todo lo que dijo.por qu habra de hacerlo!porque una cabeza que tiene dentro el derrotero para llegar a cipango o al catay, vale un imperio y ningn estpido la hara colgar del palo mayor, pero la tuya no contiene ms que mierda y fantasa. sabes menos de estas tierras y estos mares que un pinche de cocina. azafrn! llam.la puerta se abri de inmediato e hizo su aparicin la solcita cabeza de la negra:azafrn no.: azabache!azafrn o azabache, qu coo importa.! replic el otro malhumorado. jams consigo recordarlo. avisa a tristn madeira. tendremos fiesta.el rostro de la muchacha mostr a las claras su desconcierto, lanz una larga mirada de conmiseracin al gomero y abandon de nuevo la estancia visiblemente abatida.a los pocos instantes hizo su entrada un hombre altsimo y esculido que de tanto inclinar la cabeza para no golpearse con los techos mantena la barbilla casi pegada al pecho, y antes de que pudiera siquiera abrir la boca, el capitn euclides boteiro se limit a apuntar al canario con el dedo y ordenarle:ahrcalo!lo que usted mande. replic el recin llegado con marcado acento gallego.extendi la mano con la intencin de aferrar a cienfuegos por el brazo, pero ste se apart levemente al tiempo que comentaba:espera, ganza! a qu viene tanta prisa?el larguirucho pareci sorprendido por el extrao apelativo y observ con fijeza a su interlocutor.de qu me conoces?acaso no eres tristn madeira, al que todos llamaban ganza, segundo timonel de la nia.? ante el mudo gesto de asentimiento aadi: es que no me recuerdas? soy cienfuegos, el guanche, uno de los grumetes de la marigalante que se quedaron en el fuerte de la natividad.anda la puta.! exclam el otro: cmo has crecido, chico! le observ con mayor detenimiento. pero tena entendido que todos los del fuerte murieron.todos menos yo.y eso?desert antes de que lo arrasaran y he pasado todos estos aos vagando por la zona, aunque aqu, tu capitn, no quiere creerme.el maloliente gordo, que por un momento se dira que haba dado por concluido el asunto, pareci desorientarse levemente, y observ a los espaoles con una clara sombra de sospecha en la mirada.al dirigirse de nuevo al larguirucho, su voz mostr una extraa gravedad al inquirir autoritario:es cierto lo que dice? iba contigo en el primer viaje del almirante?el otro encogi sus estrechos hombros al tiempo que abra las manos con las palmas hacia arriba en una especie de mudo ademn de impotencia.recuerdo que en la marigalante se col un polizn gomero pelirrojo que brincaba por el barco como un mono. la barba le cambia mucho, pero no cabe duda de que se pareca a ste.soy yo, estpido! protest cienfuegos. o an no recuerdas que empuaba el timn la noche del naufragio? t ibas a mi estela, y fuiste el primero en comprender que haba embarrancado.eso es cierto. el llamado ganza se volvi al capitn. tiene que ser l seal. nadie que no estuviera all conocera ese detalle. extendi la mano. espera! pidi. quin era el timonel que abandon la caa esa noche y le castigaron con quedarse tambin en hait?el caragato.exacto! ahora s que alarg los brazos y le apretuj con entusiasmo. caray, guanche! exclam. me alegra verte vivo. luego le apart como para mirarle con especial detenimiento e inquiri: seguro que no sobrevivi nadie ms?el viejo virutas vena conmigo, pero muri un ao ms tarde en babeque.babeque.? la isla del oro? intervino de inmediato el capitn portugus vivamente interesado. qu sabes de ella?cienfuegos se golpe la sien con el dedo ndice al tiempo que sonrea con marcada intencin:lo que yo s, est todo aqu; donde usted asegura que tan slo tengo mierda y fantasa, pero le juro por mi alma que conozco un lugar en el que cuatro tipos llenaron de polvo de oro un arcn ms grande que se, en menos de un mes.el marino movi dificultosamente su inmensa humanidad para lanzar una sola ojeada al pesado bal de tres cerraduras que ocupaba el fondo de su destartalado camarote, y pareci llegar a la conclusin de que aquel desconcertante pelirrojo al que haba pescado medio muerto en mitad del ocano, poda estar diciendo la verdad.se despoj parsimoniosamente de la pringosa gorra de un azul descolorido y sudado, y mientras se entretena en hacer estallar entre las uas algunos de los innumerables piojos que las inundaban, inquiri sin alzar la mirada:estaras dispuesto a dibujarme el derrotero que conduce a cipango y al catay?no.y a la isla de babeque?tampoco.en ese caso, dame una buena razn para que te mantenga vivo, gastando agua y comida, y corriendo el riesgo de que un da te largues y vayas con el cuento de que andamos por aqu.porque usted sabe que dibujar esos derroteros sera tanto como firmar mi sentencia de muerte. el gomero sonri de forma tan inocente que se dira que nunca haba roto un plato. pero lo que s puedo es ir marcndole el rumbo. le aseguro que cuando lleguemos estar tan satisfecho de m, que decidir perdonarme la vida.lo dudo, pero empiezo a creer que tal vez tengas razn. se volvi al larguirucho. t qu opinas?colg
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