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文档简介
sandra brownla coartada imposiblepara la psicloga alex ladd, conocer al ayudante del fiscal del distrito, hammond cross, haba representado una autntica agua de mayo en un tiempo de sequa afectiva. y para el mismo cross, la irrupcin de una atractiva mujer en su vida haba significado mucho ms que una gran sorpresa. pero el destino parecera jugar en contra de ambos cuando, aquella misma noche, el asesinato del empresario lute pettijohn sacudiera las conciencias de la alta sociedad de charleston. un asesinato que llevara a cross de cabeza y cuyo principal sospechoso contara con una coartada perfecta.sbadoprlogoel grito rasg el climatizado silencio del pasillo del hotel.la asistenta, que tan slo haca unos segundos que haba entrado en la suite, sali de la habitacin a trompicones, pidiendo ayuda a gritos, sollozando y aporreando al azar las puertas de los dormitorios de los dems huspedes. ms tarde, su supervisor la reprendera por tan exagerada reaccin, pero en ese momento tena un ataque de histeria.para su desgracia, poca gente se encontraba en sus habitaciones esa tarde. casi todo el mundo haba salido para disfrutar de los inigualables atractivos del barrio histrico de charleston. no obstante, al final consigui despertar a alguien, a un hombre de michigan que, al no estar acostumbrado a esas temperaturas tan altas, haba regresado a su habitacin para hacer la siesta.aunque se encontraba aturdido por la forma tan brusca en la que le haban despertado, decidi de inmediato que tan slo una gran catstrofe podra ser la causante del ataque de pnico que padeca esa mujer. antes de alcanzar a comprender el motivo de los lloriqueos de la asistenta, llam a recepcin y alert al personal del hotel acerca de la emergencia en la ltima planta.dos agentes de polica de charleston, responsables de la zona en la que se encontraba el recin inaugurado hotel charles towne plaza, respondieron a la llamada con celeridad. un ofuscado guarda de seguridad del hotel les condujo a la suite de la planta superior, all donde la asistenta se haba dirigido poco antes y percatado de que sus servicios no eran necesarios. el ocupante de la habitacin yaca tumbado en el suelo de la sala de estar de la suite. estaba muerto.el agente de polica se arrodill junto al cuerpo y exclam: -santo cielo!, pero si parece.-no cabe duda de que es l! -afirm su compaero en un tono de voz que tambin expresaba incredulidad-. no cree que esto va a causar un gran revuelo?captulo 1 se fij en ella en cuanto entr en la glorieta.llamaba la atencin incluso entre una gran multitud de mujeres en su mayor parte ataviadas con ligera ropa de verano. asombrosamente, estaba sola.mientras se detena para orientarse, pos los ojos por un instante en el estrado, donde tocaba la orquesta, y despus en la pista de baile y en la catica disposicin de mesas y sillas que la rodeaba. cuando vio una mesa vaca, se dirigi hacia all y se sent.la glorieta era redonda y deba de tener unos treinta metros de dimetro. si bien se trataba de una estructura al aire libre con un tejado cnico, cuya superficie interior estaba adornada con brillantes luces navideas, el elevado techo retena el sonido y haca que el estruendo fuera increble.el talento que no tenan los msicos de la orquesta era compensado por el volumen, puesto que stos deban de pensar que el exceso de decibelios hara que la gente no oyera las notas equivocadas. sin embargo, tocaban con un entusiasmo y una teatralidad exagerada. los msicos encargados del teclado y la guitarra parecan aporrear sus instrumentos. la trenzada barba del individuo que tocaba la armnica se mova de un lado a otro cada vez que el msico sacuda la cabeza. a medida que el violinista rozaba las cuerdas con el arco, bailaba con tanto tesn que dejaba entrever sus botas camperas amarillas. daba la impresin de que el batera slo se saba una cadencia, pero se entregaba a ella con bro.a la multitud no pareca importarle ese ruido tan disonante. y a hammond cross tampoco. paradjicamente, el estrpito de la feria le calmaba en cierta manera. se ensimismaba con el ruido: los chillidos procedentes de la avenida principal, los silbidos de los ruidosos adolescentes desde lo alto de la noria, los sollozos de los bebs que ya estaban cansados, las campanas, los pitidos y las bocinas, las risas y los gritos propios de una feria.ese da no tena previsto ir a ninguna feria. a pesar de que seguramente la haban anunciado en el peridico local o en la televisin, no se haba enterado.la feria estaba a una media hora de camino de charleston y lleg all por casualidad. nunca sabra qu le forz a detenerse. jams haba sido aficionado a las ferias y, evidentemente, sus padres nunca le haban llevado a una. siempre evitaron a toda costa las diversiones para las masas. se podra decir que no era su crculo, su tipo de gente.por lo general, hammond tambin lo habra evitado. no porque fuera un esnob, sino porque trabajaba tanto que era muy egosta con su tiempo libre y muy selectivo a la hora de escoger cmo pasarlo. un round de golf, un par de horas pescando, una pelcula, una cena tranquila en un buen restaurante. pero una feria? eso nunca habra encabezado la lista de sus intereses ldicos.no obstante, esa tarde en particular se sinti atrado por la multitud y el ruido. si hubiera permanecido solo, no habra hecho ms que obsesionarse con sus problemas. se habra sentido abatido y. quin deseaba sentirse as durante uno de los ltimos fines de semana de verano?as pues, cuando no tuvo ms remedio que reducir la velocidad en la autopista y se vio atrapado entre el trfico que se diriga poco a poco hacia el improvisado aparcamiento -de hecho, era un prado para apacentar vacas reconvertido en aparcamiento por un ganadero emprendedor- sigui haciendo cola con el resto de los automviles, furgonetas y deportivos.le pag dos dlares a un joven que mascaba tabaco y que era el encargado de recoger el dinero para el ganadero, y tuvo la suerte de encontrar aparcamiento bajo la sombra de un rbol. antes de salir del coche, se quit la chaqueta y la corbata, y despus se arremang las mangas de la camisa. a medida que avanzaba con cautela entre los excrementos de vaca, dese haber llevado vaqueros azules y botas en vez de pantalones de vestir y mocasines; no obstante, empezaba a animarse. all nadie le conoca. por lo tanto, si no quera, no tendra que hablar con nadie. no tena obligaciones que cumplir, ni reuniones a las que asistir, ni llamadas a las que responder. all no era ni un profesional, ni un compaero de trabajo, ni un hijo. empez a liberarse de la tensin, de la ira y del peso de la responsabilidad. la sensacin de libertad era embriagadora.los lmites de la feria estaban delimitados por una cuerda de plstico, adornada con banderines de varios colores, que colgaba inmvil y lnguida en el calor de la tarde. el denso aire estaba perfumado con tentadores aromas culinarios: comida basura. desde la distancia, la msica no sonaba ni la mitad de mal. hammond se alegr al instante de haberse detenido. necesitaba ese. aislamiento. a pesar de la gente que cruzaba en tropel la puerta de entrada, estaba, en un sentido muy real, aislado. de repente, sentirse absorbido por una ruidosa multitud le pareci mucho mejor que pasar una tarde solitaria en su cabaa del bosque, en realidad, el lugar adonde tena planeado ir al salir de charleston.la orquesta haba tocado dos canciones desde que la mujer de cabello castao rojizo se sentara al otro lado de la glorieta. hammond haba seguido observndola y haciendo conjeturas. lo ms probable era que esperara a alguien, seguramente a su marido e hijos. pareca un poco ms joven que l; quiz tuviera treinta y pocos. deba de tener la edad de esas mujeres que compartan los coches para llevar los nios al colegio, de esas madres que tenan hijos aficionados al excursionismo, de las que asisten a las reuniones de la asociacin de padres de alumnos, de las amas de casa a quienes les preocupan las vacunas trivalentes y la ortodoncia, y que quieren que su colada quede lo ms blanca posible sin que se destian los colores. lo que saba de esas mujeres lo haba aprendido en los anuncios de la televisin, pero ella pareca encajar en ese perfil general.salvo que ella pareca demasiado. demasiado. inquieta.no tena el aspecto de una madre que disfruta de unos minutos de descanso mientras el padre lleva a los nios a los caballitos. no tena ese aire imperturbable y de autosuficiencia de las esposas de sus conocidos, mujeres que trabajaban como voluntarias en asociaciones femeninas y en centros cvicos, que asistan a comidas bajas en caloras, que organizaban fiestas de cumpleaos para sus hijos y cenas para los socios de sus maridos, que jugaban al golf o a tenis en sus respectivos clubes privados una o dos veces a la semana, entre sus clases de aerbic y las sesiones en grupo para estudiar la biblia.tampoco posea el cuerpo fofo e inflado de una mujer que ha dado a luz a dos o tres criaturas. tena un tipo macizo y atltico, unas bonitas piernas -de hecho, eran preciosas- musculadas, delgadas y bronceadas, y que an le lucan ms con la falda corta y las sandalias de tacn bajo. llevaba un jersey sin mangas con cuello redondo, parecido a un chaleco cerrado, y una rebeca a juego que haba llevado abotonada hasta el cuello antes de quitrsela. era un atuendo elegante y chic, con mucho ms estilo que los pantalones cortos y las zapatillas deportivas que llevaba la mayora de la gente. haba dejado el bolso encima de la mesa y era tan pequeo que apenas caba un llavero, un pauelo y quizs un pintalabios; era obvio que el bolso no era lo bastante grande para pertenecer a una madre joven, ya que en ese caso habra estado repleto de agua embotellada, toallitas, cosas para picar y material suficiente para sobrevivir das enteros en el desierto en caso de que se produjera una situacin de emergencia.hammond tena una mente analtica; el razonamiento deductivo era su fuerte. por lo tanto, lleg a la conclusin, con lo que consideraba un nivel bastante bueno de exactitud, de que era poco probable que esa mujer fuera madre.eso no significaba que no estuviera casada o comprometida, y a la espera de reunirse con alguien importante para ella, fuera quien fuera y al margen de la naturaleza de su relacin. podra ser una mujer dedicada por completo a su profesin. una persona de peso en los crculos empresariales. una vendedora de xito. una empresaria inteligente. una agente de bolsa. una prestamista.a la par que sorba su cerveza, cada vez ms tibia a causa del calor, hammond sigui observndola con inters.entonces se dio cuenta de que tambin ella le observaba. cuando sus miradas se cruzaron, el corazn le dio un brinco, quiz debido a la vergenza de que le hubiera sorprendido mirndola. sin embargo, no apart la vista. a pesar de los bailarines que pasaban ante ellos, y que bloqueaban su campo de visin de forma intermitente, se miraron a los ojos durante varios segundos.ella desvi su mirada con brusquedad, como si tambin pudiera sentirse avergonzada de haberle escogido a l entre la multitud. disgustado por haber tenido una reaccin tan infantil ante algo tan insignificante como el hecho de mirarse a los ojos, hammond cedi su mesa a dos parejas que haca rato que esperaban a que quedara una libre. se abri paso entre la multitud y se dirigi hacia el bar provisional montado durante la feria para complacer a los sedientos bailarines.era un lugar popular. el personal de las bases militares de la zona se apilaba en capas de tres en la barra. aunque no fueran de uniforme, se podan identificar por sus cabezas afeitadas. beban, inspeccionaban a las chicas, sopesaban las posibilidades que tenan, apostaban acerca de con quin tendran suerte, jugaban a colocarse en una posicin superior con respecto a los dems.los encargados del bar servan la cerveza con premura, pero eran incapaces de dar abasto. hammond intent atraer la atencin de uno de ellos varias veces, pero al final desisti y decidi esperar a que la multitud disminuyera antes de pedir otra cerveza.sintindose menos pattico de lo que indudablemente se haba sentido al estar solo en la mesa, ech un vistazo al otro lado de la pista para verla. se desanim de inmediato. tres hombres ocupaban las sillas libres de su mesa. los anchos hombros de uno de ellos le impedan verla. el tro no iba de uniforme, pero a juzgar por el rigor de sus cortes de pelo y por su engreimiento, hammond supuso que eran marines.bien, no le sorprenda. s, estaba decepcionado, pero no sorprendido.era demasiado guapa para estar sola un sbado por la noche. se haba limitado a esperar a que apareciera su pareja.aunque hubiera llegado sola a la feria, no habra estado sin acompaante durante mucho tiempo. y mucho menos en un mercado de carne como aqul. un militar soltero con un permiso de fin de semana tena el instinto y la firmeza de un tiburn. slo tena un objetivo en mente: conseguir una compaera para el resto de la noche. aunque no hubiera tenido intencin de hacerlo, esa mujer llamaba la atencin.y no es que l pensara ligrsela, se dijo hammond. era demasiado mayor para esas cosas. por dios, no iba a actuar con la mentalidad de la poca universitaria! adems, no estara bien, verdad? no es que estuviera comprometido, pero tampoco era libre del todo.de repente, ella se puso en pie, cogi la rebeca, se pas la tira del pequeo bolso por encima del hombro y se dio la vuelta para marcharse. los tres hombres sentados con ella tambin se pusieron en pie al instante y se apiaron a su alrededor. uno de ellos, que pareca estar borracho, le pas el brazo por los hombros y acerc su cara a la de ella. hammond alcanzaba a ver que el hombre mova los labios; no saba lo que le estaba diciendo, pero sus compaeros se partan de risa.a ella no le pareci gracioso. apart la cabeza y a hammond le pareci que intentaba salir de una situacin desagradable sin montar una escena. cogi el brazo del militar, lo apart de su cuello y, con una sonrisa tensa, le dijo algo antes de darse la vuelta de nuevo para marcharse.todava empeado en su propsito, e incitado por sus dos amigos, el desdeado militar fue tras ella. cuando ste la agarr del brazo y la oblig a darse la vuelta, hammond actu.ms tarde, ni siquiera recordaba haber cruzado la pista de baile, a pesar de que seguramente debi de haberse abierto paso con dificultad entre las parejas que bailaban al son de ritmos cada vez ms lentos, porque a los pocos segundos ya se encontraba entre los dos musculosos marines de estmagos duros, apartando al pesado a un lado y oyndose a s mismo decir:-lo siento mucho, cario. me he encontrado con norm blanchard y ya sabes cmo se enrolla. por suerte, estn tocando nuestra cancin.le pas un brazo por la cintura y se la llev a la pista de baile.-ha entendido mis instrucciones?-s, seor. nadie puede salir ni entrar. hemos cerrado todas las salidas.-eso incluye a todo el mundo, sin excepcin. -s, seor.tras dar las rdenes pertinentes, el detective rory smilow salud al agente uniformado con una inclinacin de cabeza y entr en el charles towne plaza por la puerta principal del hotel. varias revistas de diseo calificaban la escalera de triunfo arquitectnico. y se haba convertido en el rasgo ms distintivo del nuevo complejo hotelero. personificando la hospitalidad surea, dos ramales de anchos escalones se elevaban desde el suelo del vestbulo. parecan abrazar la increble araa de cristal antes de juntarse, a unos doce metros de altura del vestbulo, para formar la galera del segundo piso.en ambas plantas del vestbulo, los agentes de polica se entremezclaban con los huspedes del hotel y con los empleados, quienes ya saban que, a todas luces, se haba perpetrado un asesinato en la quinta planta.slo un asesinato puede crear un ambiente de expectacin como ste, pens smilow mientras evaluaba la situacin.sudorosos turistas quemados por el sol y con la cmara al cuello se movan de un lado para otro, preguntaban a cualquier persona que estuviera al mando, charlaban entre ellos y hacan conjeturas acerca de la identidad de la vctima y sobre la posible causa del asesinato.era obvio que smilow, quien vesta un traje bien entallado y una camisa de amplios puos, iba demasiado elegante. a pesar del sofocante calor que haca en el exterior, su vestimenta estaba limpia y seca; ni siquiera estaba hmeda. en una ocasin, un subordinado enfadado pregunt en voz baja si smilow sudaba alguna vez. pues claro que no -le respondi otro agente de polica-.todo el mundo sabe que los extraterrestres no tienen glndulas sudorparas.smilow se dirigi resueltamente hacia la hilera de ascensores. el agente con el que habl en la entrada debi de haber comunicado su llegada, puesto que haba otro agente junto a un ascensor, sostenindole la puerta. smilow entr sin agradecerle la gentileza. -querr que le abrillante los zapatos, seor smilow? smilow se dio la vuelta y le respondi:-s, claro, smitty. gracias.el hombre al que todo el mundo conoca slo por su nombre de pila tena tres sillas para lustrar zapatos en un hueco del vestbulo del hotel. durante dcadas, trabaj de forma regular en otro hotel del centro. haca poco tiempo que le haban persuadido para que se trasladara al charles towne plaza, y su clientela fue en pos de l. reciba propinas excelentes incluso de los forasteros, ya que smitty sabia mucho ms que el conserje del hotel acerca de qu hacer en la ciudad, adnde ir y dnde encontrar cualquier cosa que uno buscara en charleston.rory smilow era uno de los
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